sábado, 7 de noviembre de 2015

Cuando hacerte la linda no garpa

Hay momentos en los que es inevitable no creértela, o no hacerte la linda con más de un pibe a la vez.
Estás ahí que te gusta un flaco y que parece que está todo bien, pero ves que pasan los días y el pibe no avanza…nada, ni medio milímetro. Y te empezás a enojar, a poner un poco molesta con la situación. Medio que tenés ganas de mandarlo a ya sabés donde…pero es tan lindo…y tan tierno…y tan…que no lo hacés.
Y es ahí donde aparecen otros veinte pibes que no sabés donde estaban antes, pero que como buenas hienas estaban esperando un mínimo de descuido que les permitiese avanzar.
Claro, con tanta jauría dándote vuelta alrededor te la empezás a creer. Y te empieza a dar más bronca que este pibe no te diga nada. Pensás en todo el tiempo que le invertís al asunto, en el esfuerzo mental que hacés para siempre hablarle con alguna excusa boluda pero siempre pareciendo súper espontánea y desinteresada y cool y relajada y…en el fondo sabés que siempre pareces una pelotuda!
Y lo comparás al pibe con el equipo de arrastrados que te da vueltas  que son capaces de cruzarse media ciudad para verte cinco minutos, que se la pasan invitándote a hacer cosas, que te bombardean a mensajes, que les comen la cabeza a tus amigos para saber por dónde andas y te da más bronca.
Entonces planeás un plan perfecto, infalible: hacerte la linda con otro y que se muera de los celos.
Porque en tu cabeza pensás que el pibe cuando te vea con otro se va a poner verde como el increíble Hulk y va a agarrar al flaco con el que estás hablando y lo va a revolear por el aire y después va a reclamar su soberanía sobre vos. Bueno, no!
El pibe, en realidad, cuando te vea hablando con otro se va a dar cuenta que se lo estás haciendo a propósito. Porque será tan lindo, y tan tierno, y tan todo pero no es boludo.
Y ahí se va a poner su mejor uniforme de oficial de la KGB y te va a mandar al destierro a Siberia, sin que se le mueva un pelo, sin pestañar o hacer una mueca…nada, nada, nada. Impasible, inmutable, de hierro. Y te vas a dar cuenta que con él no se jode y que tenés que hacerte la linda solo con él.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Lost in Translation (continuación)

Dos años, siete meses y dieciséis días de la última vez que nos vimos. Un año, ocho meses, y once días desde la última vez que hablamos. Ese café que nos prometimos nunca llegó, el reencuentro tampoco.
Todo este tiempo te busqué, incesantemente. Recorrí lugares que vos me mostraste, me hice amigos en tu barrio, llevé de paseo mi bicicleta por las sendas que me enseñaste, fui a comer a los mismos restaurantes que vos, repetí tus rutinas, respiré tu mismo aire, soñé bajo tu mismo sol, me embriagué de tu misma ciudad. Siempre atenta, mirando si te veía a lo lejos, entre la gente, o subiendo a algún tranvía. Tenía miedo de que nos cruzáramos sin darnos cuenta, sin mirarnos. Que no te reconociera, que perdiese la ocasión de volver a verte.
Miles de veces imaginé que nos encontrábamos en tu café preferido y yo me hacía la distraída…“qué casualidad verte acá!... jamás me lo hubiera imaginado”. Repasé cientos de veces qué historia contarte, cómo sonreírte, qué preguntarte. Hasta que un día desistí. El tiempo se me llevó las ganas y las ilusiones. Y dejé de buscarte, dejé de pensar que algún día nos íbamos a ver en esta ciudad.
Dejé de ir más allá del canal y abandoné tus rutinas. Dejé de pensar la ciudad como tuya y la hice mía. Me mimeticé, empecé a pasar desapercibida, a hablar tu mismo idioma. El sur se convirtió en mi lugar, y el norte perdió ese encanto que tenía. De vos solo quedaba un recuerdo distante, un sentimiento vago, como de otro tiempo y lugar. De otro vos y de otra yo.
Y después de dos años, siete meses y dieciséis días salí una noche a bailar con las estrellas y con un par de extraños...y ahí estabas. Parado, mirándome sin verme, sin esperarme. Y de repente el sur y el norte se hicieron uno. Y volvimos a mirarnos a los ojos. A reconocernos sin conocernos. Y sentimos el pasado chocándonos en la cara, como el viento frío que sopla en esta ciudad. Helados, paralizados, sin palabras. Pensando que decirnos, que preguntar.
De a poco la incomodidad del encuentro fue transformándose. El recuerdo de ese cariño compartido, de esa complicidad de amantes, apareció tímidamente y suavizó nuestras palabras. Y charlamos, pero esta vez en tu mismo idioma. Y bailamos, volvimos a tomarnos de las manos, volvimos a acariciar nuestras pieles, volví a sentir tu olor, a apoyar mi cabeza en tu pecho. Y nos reímos juntos, como antes, como si nada hubiera pasado, como si casi tres años no nos cambiaron.
Pero al despedirnos, nos dimos cuenta que somos otros. Mejores, peores, no lo sabemos. Y pude sentir tu tristeza y ver la nostalgia en tus ojos. Y lo único que quería era abrazarte y decirte que todo estaba bien.    

Lost in Translation

Esa intimidad de examantes,  acompañada por esa incomodidad de los que en realidad no se conocen, pero se conocieron. Se saben, se acuerdan, se reconocen. No se niegan, pero tampoco se admiten.
Vos ahí, yo ahí, y en el medio la ciudad. Tantas cosas por contar y tan pocas por decir.
Esa cautela de exconocidos. Ese miedo a mirarnos fijo. Quedarnos sin palabras. Preguntarnos esa pregunta. Implícita en nuestras miradas, flotando en el aire, siguiéndonos de cerca.
Cortesía y frivolidad mezcladas con autentico interés. Pequeñas referencias a ese tiempo compartido, pero en voz baja…no vaya a ser que el mozo se dé cuenta, que la gente murmure, que la ciudad nos condene.
Nos miramos. Nos observamos a escondidas, en el silencio de nuestras mentes. Qué cambió, qué no. Seguro nos preguntamos qué pasó, por qué no. Fantaseamos con el “Y si…”. Pero la conversación nos devuelve a nuestra realidad. Vos ahí, yo acá.
Nostalgia. De vos, de mí, de nosotros. De esas ganas de creer en algo. De ayudarnos, salvarnos, encontrarnos. De tu voz, tus ojos, tus gestos, tus palabras raras. De ese calor y esa lluvia que nos acompañaba siempre.
Coraje de preguntar y escuchar la respuesta. Alivio. Sorpresa. Risas.
El final llega. Más nostalgia, más incomodidad. ¿Qué decir?
Vos con tu bici, yo con mi subte. Nostalgia, a montones.