Un día la perdí. Sí, la perdí. No la
encontraba por ningún lado. Primero me fijé entre las sábanas, porque antes de
irme a dormir la tenía. Después en la mesa de luz, en los bolsillos del
pantalón, en el baño, en los cajones, en el placard, en las alacenas, adentro
del lavavajillas, abajo del sillón. Nada, nada, pero nada. Salí, le pregunté al
vecino.
-No la vio? No??? Cómo que no la
vio?!?!?! Esto no puede ser, me están cargando, son todos boludos o se hacen?!
No lo puedo creer, qué tiene la gente en la cabeza? Chantas! Son todos una
manga de chantas!!!!
-Señor, qué le pasa? Cálmense!
-Cómo querés que me calme?! Me estás cargando vos también?
-Pero qué le pasa? Cuénteme, por ahí puedo ayudarlo.
-Qué me vas a ayudar vos, perejil! Si lo que perdí vos no lo tenés.
-Y qué perdió?
-La paciencia, pibe! La pacienciaaaaaaaa!
-Señor, qué le pasa? Cálmense!
-Cómo querés que me calme?! Me estás cargando vos también?
-Pero qué le pasa? Cuénteme, por ahí puedo ayudarlo.
-Qué me vas a ayudar vos, perejil! Si lo que perdí vos no lo tenés.
-Y qué perdió?
-La paciencia, pibe! La pacienciaaaaaaaa!
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